Vivimos una crisis climática. La temperatura global aumenta, grandes masas de hielo se derriten y el nivel del mar ya comienza a aumentar.
Por Sebastián Benfeld
La situación es tan preocupante como alarmante. Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, para el año 2050 el 52% de la población mundial se encontrará en riesgo debido a la escasez de agua que existirá en los territorios, siendo Chile uno de los 20 países más afectados por este fenómeno en el mundo. Pero aún hay algo que podemos hacer: proteger nuestros humedales.
Los humedales no solo son cunas de gran diversidad biológica e importantes fuentes de vida para innumerables especies vegetales y animales, sino que también son importantes aliados a la hora de combatir el cambio climático y la sequía, puesto que tienen la capacidad de proteger nuestras costas, filtrar y depurar la atmósfera de los ríos y suelos, y actuar como los más grandes depósitos de carbono del planeta, entre otras cosas.
Lamentablemente estos hermosos e indispensables ecosistemas hoy están en peligro. Desde el año 1700 a la fecha se ha perdido hasta el 87% de los humedales del planeta, y a causa de esto las especies que dependen de estos ecosistemas están en grave declive, siendo afectadas el 81% de las especies en humedales continentales y el 36% en humedales costeros y marinos.
De acuerdo al último Inventario Nacional del Ministerio de Medio Ambiente, Chile tiene una superficie de 5,6 millones de hectáreas de humedales que nos podrían ayudar a afrontar la crisis hídrica que ya estamos viviendo. Pero de estos solo el 0,17% se encuentran legalmente protegidos.
La destrucción de los humedales está avanzando tres veces más rápida que la destrucción del bosque nativo y nuestro marco normativo continúa dejando fuera a las comunidades de los procesos de toma de decisión respecto al qué hacer con estos importantes ecosistemas.
Los humedales no solo nos ayudan a combatir el cambio climático, sino que además nos proveen de salud física y mental e influyen en los valores históricos y de identidad cultural de las comunidades en las que subsisten. Sin embargo, la actual “ley de humedales urbanos” impide que las comunidades puedan proteger estos ecosistemas por su propia cuenta, negándoles la posibilidad de presentar ellas mismas una solicitud de reconocimiento de humedal ante el Ministerio de Medio Ambiente.
Pero no tan solo la falta de participación ciudadana amenaza a los humedales. También lo hace la falta de educación ambiental en la ciudadanía. El tránsito vehicular industrial y recreativo, sobre todo de motociclistas, sumado a una tenencia irresponsable de mascotas constituyen otras de las grandes amenazas para estos frágiles e indispensables ecosistemas.
Estas dos problemáticas, sumada a la peligrosidad que significa proteger los humedales -y el medioambiente en general- producto de los crecientes ataques y actos de amedrentamiento que han existido contra defensores y defensoras de la naturaleza, nos recuerdan la importancia de que nuestro país adhiera al Acuerdo de Escazú.
Escazú es el primer acuerdo ambiental de América Latina y el Caribe y el único en el mundo que protege a las y los defensores del medioambiente. Es un tratado que nace como fruto de 6 años de negociaciones internacionales lideradas por Chile y Costa Rica y que tiene como objetivo servir como una herramienta para que las personas y comunidades puedan, entre otras cosas, acceder a una verdadera y significativa participación ciudadana, a la información y a la educación ambiental.
Se trata de una medida urgente que tanto el próximo presidente como el próximo congreso deberán impulsar de manera conjunta para que nuestro marco normativo sea capaz de combatir eficazmente la crisis climática, valorando, cuidando y protegiendo tanto a los humedales como a las personas y organizaciones que trabajan por su conservación.
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